Museo de Arte Contemporáneo de Milán, Italia. La mañana de este miércoles, un grupo de activistas climáticos irrumpió en la sala principal del museo para “vandalizar” la célebre obra Io Sono, del artista Salvatore Garau. La intervención duró exactamente 45 segundos y dejó a todos —policías incluidos— con la misma expresión que se tiene cuando alguien intenta explicar la diferencia entre arte moderno y una broma de TikTok.
Para quien no lo sepa, Io Sono es una escultura… invisible. Sí, invisible. Consiste en un espacio vacío delimitado por cinta adhesiva en el suelo, vendida en 2021 por 15.000 euros. Según el artista, representa “un vacío lleno de energía”. Según el personal de limpieza, representa “un hueco donde podríamos haber puesto una planta”.
La protesta: más aire que daño
Los activistas, pertenecientes al colectivo climático “Respira Libre o Revienta”, llegaron con pancartas, megáfonos y un par de extintores llenos de aire comprimido. En un gesto calculado, abrieron los extintores y soplaron sobre la obra, gritando:
“¡El CO₂ es invisible, pero también contamina! ¡Como este arte, que también nos intoxica!”
El acto buscaba concienciar sobre la invisibilidad del cambio climático, aunque el resultado fue que varios visitantes creyeron que estaban presenciando una performance autorizada y aplaudieron.
“Pensé que formaba parte de la exposición”, confesó Carla, una turista sevillana. “De hecho, me gustó más que el arte en sí. Tenía movimiento, sonido y no costaba 15.000 euros.”
Dificultades para tipificar el delito
La policía local llegó pocos minutos después, pero se vio atrapada en un debate metafísico:
- Agente 1: “¿Qué han dañado exactamente?”
- Agente 2: “No lo sé… ¿el aire?”
- Agente 1: “¿Y el aire es propiedad privada?”
- Agente 2: “Pues depende de si pagas entrada al museo.”
Finalmente, el parte policial se registró como “vandalismo etéreo de grado leve”. Los abogados ya anticipan que el juicio podría ser complicado: “Tendremos que demostrar, sin lugar a dudas, que soplarle a algo invisible es un acto de destrucción y no una ventilación amistosa”, explicó un jurista.
El artista responde (sin verse)
Salvatore Garau, creador de Io Sono, reaccionó a través de un comunicado… que también estaba invisible. Los periodistas recibieron un sobre vacío, lo que se interpretó como una metáfora o, simplemente, como que alguien se había ahorrado la tinta.
Más tarde, en una entrevista, Garau declaró:
“Han profanado mi obra, aunque no se pueda ver. Es como si alguien hubiera insultado a un unicornio: no lo ves, pero duele igual.”
El artista exigió que los activistas repongan el vacío original, lo cual plantea dudas logísticas sobre cómo devolver algo que, técnicamente, no estaba.
Reacciones en redes sociales
En Twitter/X, la polémica se disparó con el hashtag #DefiendeLoInvisible. Los bandos se dividieron entre quienes apoyaban la protesta (“el arte invisible merece justicia climática”) y quienes la consideraban inútil (“¿Qué sigue? ¿Vandalizar el viento?”).
Un usuario viralizó la idea de vender “aire usado de la protesta” en botellas a 50 euros cada una, prometiendo que contenían “un 12% más de conciencia social que el aire normal”.
El turismo del vacío
Curiosamente, tras el incidente, el museo reportó un aumento del 300% en visitantes. Muchos acudían no para ver la obra, sino para comprobar si todavía estaba ahí. “No sé si sigue o no, pero me gusta imaginar que ahora es un poco más rebelde”, comentó un adolescente milanés que confesó que solo fue porque “es gratis mirar nada”.
La tienda del museo aprovechó la situación y empezó a vender camisetas con la frase: “Yo vi Io Sono antes de que la soplaran”. Se vendieron todas en un día.
Conclusión: el arte moderno sigue invicto
Al final, Io Sono continúa en el mismo sitio (o al menos eso dicen los que afirman poder sentir su presencia). La protesta no dejó daños visibles —ni invisibles— y el museo planea añadir una nueva cartela que explique:
“Obra intervenida por activistas climáticos. Ahora incluye un 5% de aire de protesta.”
Mientras tanto, el debate sigue abierto: ¿es posible vandalizar algo que no se puede ver? ¿O acabamos de inaugurar el primer caso documentado de destrucción metafísica?
En cualquier caso, los activistas han prometido su próxima acción: atacar un cuadro imaginario en honor a la lucha contra el calentamiento global. El lugar y la fecha, por supuesto, también serán invisibles.