Campo de las Jaras, España. — El colectivo EcoVerdes Sin Fronteras ha anunciado una iniciativa que, según ellos, podría marcar un antes y un después en la lucha contra los incendios forestales: limpiar el campo a base de mordiscos. Sí, han decidido usar sus propias bocas como si fueran herramientas de jardinería viviente.
La propuesta, aunque suene surrealista, se fundamenta en su filosofía de “cero emisiones, cero residuos y cero combustibles fósiles”. Para ellos, masticar directamente la maleza es “el acto más puro de amor hacia la Tierra, porque la ayudas… y al mismo tiempo te alimentas”.
Margarita Brote Tierno, portavoz del grupo, hizo la presentación oficial mientras masticaba lentamente una rama de romero silvestre, con la serenidad de quien se toma un aperitivo en una terraza:
“Queremos que la naturaleza respire, pero también queremos comer. Así que hemos pensado: ¿por qué no hacemos las dos cosas a la vez? Nos alimentamos de hierbajos, el campo queda limpio y el planeta nos aplaude. Es win-win, como dicen los modernos”.
El método: morder para salvar
La técnica no requiere maquinaria, gasolina ni licencias especiales: solo dientes fuertes, encías decididas y un estómago dispuesto a recibir todo lo que la tierra regala.
El protocolo de trabajo es simple:
- Identificar zonas con acumulación de hierba seca, matorrales o plantas invasoras.
- Agacharse, abrir la boca y… morder.
- Masticar lo suficiente para reducir el volumen y tragar, porque escupir sería desperdiciar recursos.
Los integrantes del colectivo han pasado semanas entrenando sus mandíbulas, realizando ejercicios de apertura bucal, masticación prolongada y “resistencia al sabor amargo”.
“En tres días me he comido un kilo de cardos. La primera vez duele, pero luego te acostumbras y hasta le coges cariño”, afirma Tiziano Hoja Seca, mientras escupe con puntería quirúrgica una semilla de girasol a un cubo de compost orgánico.
El grupo presume de poder devorar un metro cuadrado de hierba seca en apenas 15 minutos, aunque reconocen que las zarzas son “nivel experto” y que algunas plantas, como la ortiga, requieren “técnicas avanzadas de soplido previo”.
Transporte sin huella de carbono
La filosofía del grupo es clara: “Si lo que queremos es proteger el planeta, no tiene sentido llegar a limpiarlo contaminando”.
Por eso, nunca usan coches ni furgonetas. Prefieren caminar largas distancias, ir en bicicleta o, en casos muy especiales, montar burros rescatados de explotaciones agrícolas.
Estos burros, según explican, reciben un trato de spa: dieta de alfalfa orgánica, cepillados diarios y música ambiental de ballenas y flautas de bambú por la noche para inducirles sueños felices.
“El viaje forma parte de la experiencia. Caminas, ves el paisaje, te llenas de energía solar y, cuando llegas, ya tienes hambre para empezar a morder. Es todo un ritual”, dice Margarita mientras se limpia un bigote de polen.
Durante las rutas, aprovechan para recoger plásticos, latas y cualquier basura que encuentren. Según ellos, esto “no es parte del plan, pero ya que estamos, lo hacemos”.
El “azadón vegano” como último recurso
Aunque el plan principal es usar la dentadura como herramienta ecológica, hay casos en los que recurren al famoso “azadón vegano y biodegradable”.
Está fabricado con madera de árboles “que dieron su consentimiento” y cuerda de cáñamo cultivado bajo estrictos principios de respeto mutuo entre planta y agricultor.
El azadón solo se usa para raíces muy profundas o plantas cuyo sabor “es más difícil de tragar que un discurso político en campaña”.
“A veces te encuentras una raíz que sabe a neumático viejo, y ahí no hay romanticismo que valga. Mejor el azadón y listo”, explica Tiziano, que confiesa que tras un mal bocado de retama se pasó tres días con cara de haber chupado una pila.
Reacciones del campo
La iniciativa ha generado opiniones encontradas entre los habitantes rurales.
Para algunos agricultores, la idea es un regalo caído del cielo:
“Si se quieren comer las malas hierbas, adelante. Mientras no toquen mis tomates, pueden venir todos los días”, dice Juan José, agricultor de tercera generación.
Otros son más escépticos:
“Esto es como contratar a un rebaño de cabras, pero que te piden té de menta y wifi. No sé yo si esto es el futuro o un chiste que se nos ha ido de las manos”, opina Carmen, ganadera local.
Incluso ha habido quienes han intentado “contratar” al grupo para limpiar sus huertos, ofreciendo pago en ensaladas gourmet y batidos de espirulina, pero EcoVerdes Sin Fronteras rechaza cualquier forma de remuneración que implique dinero.
Rumores de reality show
La peculiaridad de la propuesta ha llamado la atención de una productora que quiere convertirla en un reality show titulado “MasterBocado: limpieza salvaje”.
El formato incluiría pruebas como:
- Comer un metro cuadrado de hierba en menos de cinco minutos.
- Identificar 20 plantas comestibles con los ojos vendados y la nariz tapada.
- Masticar un tronco de eucalipto sin derramar una lágrima.
El premio final: un año de suministro gratuito de hummus y un huerto urbano en una azotea de la capital.
Críticas desde dentro del ecologismo
Aunque pueda parecer que todos los ecologistas apoyarían esta idea, no es así.
La asociación Salvemos la Maleza acusa a EcoVerdes Sin Fronteras de “privar a insectos y pequeños mamíferos de sus fuentes de alimento” y de “alterar el equilibrio natural por un capricho dietético”.
“Las orugas necesitan esas hojas. Esto es como gentrificación, pero para mariposas”, declaró su portavoz, mientras bebía kombucha y se tumbaba en una hamaca bajo una encina.
Desde EcoVerdes responden que su trabajo es selectivo y que dejan “un margen de seguridad alimentaria” para la fauna local.
Resultados iniciales
En su primera semana de actividad, el grupo afirma haber retirado más de 45 kilos de hierba seca, 12 de zarzas y un sofá abandonado.
Durante la limpieza también han descubierto nuevos sabores silvestres, como “menta con polvo de camino”, “hoja de encina al sol” o “lavanda con aroma a zapatilla perdida”.
“Cada mordisco es una chispa menos este verano. Y si al final el monte arde, que no sea por falta de hambre”, concluyó Margarita antes de lanzarse a masticar una mata de orégano como si fuera un buffet libre.
Recetas salvajes de la cocina a bocados
En su compromiso por unir la gastronomía vegana y la prevención de incendios, EcoVerdes Sin Fronteras ha empezado a recopilar un recetario silvestre con las mejores combinaciones que encuentran en el monte.
Aseguran que estas recetas “no solo salvan vidas, sino que además son saludables, sin gluten y con un toque de aventura que no se encuentra en un supermercado”.
Entre las más destacadas:
- Ensalada de maleza mediterránea
- Ingredientes: hierba seca recién arrancada, hojas de tomillo, pétalos de amapola (opcionales si no hay alergia al romanticismo).
- Preparación: masticar todo junto directamente en el lugar de recolección para evitar huella de carbono.
- Maridaje: agua de charco filtrada con piedra volcánica.
- Tartar de zarza joven
- Ingredientes: brotes tiernos de zarza (sin espinas, si se tiene suerte), aliñados con rocío de la mañana.
- Preparación: morder con cuidado para evitar pinchazos, mantener en boca 30 segundos para realzar el aroma.
- Recomendación del chef: ideal para fortalecer las encías y asustar a los urbanitas que pasen cerca.
- Sopa fría de ortiga al soplido
- Ingredientes: ortigas verdes recién cortadas con los dientes, una pizca de polvo de sendero.
- Preparación: soplar previamente para neutralizar el picor, luego masticar y dejar que la saliva haga el resto.
- Nota: no apta para personas con lengua sensible o sentido común demasiado desarrollado.
- Carpaccio de encina al sol
- Ingredientes: láminas finas de hoja de encina secadas de forma natural por el sol de agosto.
- Preparación: cortar con los dientes delanteros y dejar que la textura crujiente se exprese.
- Toque gourmet: añadir virutas de bellota abandonada por algún jabalí despistado.
- Infusión de todo lo que pillemos
- Ingredientes: cualquier hoja aromática que se cruce por el camino, hierba alta, flores silvestres.
- Preparación: ponerlo todo en una botella de vidrio reutilizada, añadir agua, agitar, y beber inmediatamente.
- Advertencia: el sabor puede variar entre “té herbal exquisito” y “pocima de druida con sorpresa”.
Con este recetario improvisado, el grupo busca inspirar a otros a unirse a la causa y demostrar que “cuidar el medio ambiente no tiene por qué estar reñido con una buena cena, aunque esta incluya comerse medio monte”.
“Comer y limpiar al mismo tiempo es el futuro. Dentro de 50 años, todos irán con su mantel al campo a almorzar maleza. Y nosotros habremos sido los pioneros”, afirma orgullosa Margarita, mientras mastica un manojo de hinojo silvestre como si fuera espaguetis al pesto.
Conclusión: el futuro es a mordiscos
Puede que para algunos esta iniciativa sea una locura y para otros una genialidad, pero lo cierto es que EcoVerdes Sin Fronteras ha encontrado la forma de unir la gastronomía vegana, el ejercicio físico y la prevención de incendios en una sola actividad.
En el peor de los casos, si su método no consigue frenar las llamas, al menos habrán dejado el campo más limpio… y su intestino más verde que una ensalada de kale.
Porque, como dice su lema bordado en bolsas de tela reciclada:
“Donde otros ven maleza, nosotros vemos un buffet libre”.
Y mientras el mundo debate sobre energías renovables, reciclaje y protocolos contra el cambio climático, ellos seguirán ahí: agachados, con la boca llena de tomillo, luchando contra el fuego… un mordisco a la vez.