En un giro que no sorprendería ni al genio menos avispado de la lámpara, unos empresarios iraníes han confesado haberle soltado 12.600 euros al exlíder de Podemos, Pablo Iglesias, justo cuando ya calentaba escaño como diputado. Porque, claro, ¿qué mejor manera de gastar el sueldo público que complementándolo con un dinerito extra del bazar internacional?
Los magnates, que parecen sacados de un remake de Las mil y una noches pero con menos encanto y más contabilidad creativa, han admitido que las facturas presentadas son solo “un aperitivo”, dejando caer que podría haber más dinero escondido en algún camello de carga o en una alfombra voladora mal aparcada. “Esto es solo el principio, como cuando encuentras un dátil podrido y luego descubres que el saco entero está igual”, comentó uno de ellos, mientras se ajustaba el turbante y miraba de reojo a los inspectores.
En el cuartel general de Podemos, la reacción ha sido tan serena como un mercado persa en hora punta. Fuentes cercanas a Iglesias aseguran que el dinero era para “proyectos culturales”, lo que en lenguaje político significa cualquier cosa desde clases de caligrafía persa hasta financiar una línea de kebabs veganos. “Todo transparente, como el agua del Éufrates”, han insistido, aunque nadie ha pedido ver los recibos, probablemente porque están escritos en un idioma que nadie entiende.
Iglesias, por su parte, ha prometido explicarlo todo con la claridad de un profeta del desierto, lo que se traduce en un hilo de Twitter de 47 mensajes, un directo en Twitch titulado “La verdad detrás del kebab” y, con suerte, un monólogo en su canal de YouTube con una coleta más dramática que nunca. “Esto es un ataque de la derecha, que no entiende el valor de la cooperación internacional”, ha declarado, mientras se rumoréa que ya está buscando un camello para su próxima aparición pública.
En la calle, el pueblo español, siempre atento a los espectáculos de circo, se pregunta si esos 12.600 euros fueron para comprar especias exóticas, financiar un remake de Aladdín con actores de la Complutense o simplemente para pagar la factura de la luz de la sede de Podemos, que, como todos sabemos, debe ser astronómica con tanto foco en las redes sociales.
Mientras la investigación avanza más lento que una caravana en el desierto, el gran misterio sigue siendo: ¿cuántas facturas más aparecerán? ¿Y cuántas alfombras mágicas puede uno comprar con el sueldo de un diputado y un poco de ayuda persa? Lo único seguro es que este culebrón tiene más giros que una danza del vientre y menos credibilidad que un espejismo en el Sáhara. ¡A esperar el próximo capítulo, que seguro viene con más dátiles y menos explicaciones!
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