Madrid, 15 de agosto de 2025 — En un giro inesperado que ha dejado a la comunidad de seguidores y contribuyentes completamente perplejos, Pablo Iglesias ha anunciado que la esperada Taberna Garibaldi no abrirá sus puertas. La noticia ha caído como un jarro de agua fría sobre los cientos de personas que habían aportado dinero mediante crowdfunding para crear lo que prometía ser “el espacio antifascista más divertido de Europa” con terraza soleada y un futbolín de última generación.
“Tras un análisis profundo y reflexivo, hemos decidido no abrir la taberna”, declaró Iglesias, con un tono que mezclaba resignación y tranquilidad zen de yogui político. “No queremos que se malinterprete como un lugar donde se mezclan tapas con política; preferimos mantener el espíritu antifascista… pero en nuestra imaginación”.
La campaña de crowdfunding, que alcanzó la cifra récord de 140.372 euros, había despertado un entusiasmo sin precedentes. Entre los aportantes había desde estudiantes de izquierdas con mochilas decoradas con pegatinas de revolución, hasta jubilados que pensaban que iban a poder jugar partidas de mus en un entorno ideológicamente seguro.
Expectativas vs. realidad
El proyecto, presentado en redes sociales con un video promocional donde Iglesias jugaba al futbolín mientras explicaba la importancia de la democracia participativa, prometía una experiencia única: cerveza artesanal, debates políticos en vivo, conciertos de bandas locales y, según el propio Iglesias, “una terraza donde incluso los fascistas arrepentidos podrían venir a reflexionar sobre sus errores”.
Sin embargo, según fuentes internas, la idea se enfrentó a un problema logístico insalvable: “Teníamos el espacio, la terraza y hasta el futbolín. El problema era que no sabíamos qué hacer con los antifascistas cuando vinieran en grupo. Algunos querían jugar, otros debatir… y algunos simplemente querían mirar Instagram”, confesó un miembro del equipo de producción que pidió anonimato.
El crowdfunding, un éxito inesperado
Lo que sí se puede decir es que el crowdfunding fue un éxito absoluto. Más de 500 personas contribuyeron con cantidades que iban desde cinco euros hasta el equivalente a un alquiler mensual en Madrid. Muchos lo hicieron convencidos de que su dinero ayudaría a construir un “templo del antifascismo con sabor a tortilla de patatas y mojitos”, según un tweet viral que circuló durante meses.
Iglesias, sin embargo, ha asegurado que todos los contribuyentes serán compensados de manera simbólica. “No podemos devolver el dinero físicamente, pero vamos a enviar certificados digitales de participación, gifs animados de gatitos antifascistas y, para los más nostálgicos, playlists de Spotify con canciones revolucionarias de los años 70”.
Reacciones en redes sociales
La noticia no tardó en generar un torrente de memes y comentarios irónicos. Un usuario resumió la situación en Twitter con una frase que rápidamente se volvió trending: “Gasté 20 euros para no ir a un bar donde me iban a enseñar a ser antifascista jugando al futbolín. Gracias, Pablo”.
Otros, más poéticos, publicaron lo que llamaron “haikus de crowdfunding frustrado”, como este:
“Taberna soñada,
futbolín y terraza,
solo en mi mente”.
Mientras tanto, en foros especializados en política y lifestyle, algunos analistas han interpretado el cierre antes de la apertura como una estrategia maestra: “Es un movimiento de marketing de libro. Nadie olvida un bar que nunca existió”, comentó un influencer que se autodenomina @ElSibaritaRojo.
¿Y ahora qué?
Cuando se le preguntó sobre los planes futuros, Iglesias se mostró sorprendentemente filosófico: “Quizás hagamos un libro, un documental, o incluso un NFT de la taberna que nunca fue. Lo importante es mantener vivo el espíritu, aunque sea virtual”.
Mientras tanto, los antiguos contribuyentes han empezado a organizar encuentros informales para recordar la taberna que nunca existió, tomando cerveza en sus propias casas y jugando al futbolín con cajas de cartón. Una especie de comunidad paralela que, irónicamente, está cumpliendo todos los objetivos originales de la Taberna Garibaldi: debate, diversión y, sobre todo, sentido del humor político.
Conclusión
Así, la Taberna Garibaldi entra en la historia como el bar que nunca fue, pero que seguirá siendo recordado por cientos de personas que, entre risas y memes, aprendieron que a veces lo más revolucionario no es abrir un local, sino cerrar uno antes de tiempo y seguir soñando colectivamente.
En palabras del propio Iglesias: “No abrir la taberna también es un acto de rebeldía. Y, quién sabe, tal vez algún día abramos un bar antifascista… pero primero necesitamos un crowdfunding para eso también”.
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